No es de extrañarse que con tantas soledades mi boca de pronto vomite desiertos...

Un arlequín cuadriculado.


Se llamaba Niriel...
un arlequín cuadriculado olvidado en un verso,
salpicando corchetes en un silencio
de las cuerdas menguantes de su violín,
afinando sus ilusiones detrás del telón viejo 
de un auditorio sin espectadores.

Desentrañando los debates de su existencia
debajo de los maderos oxidados de su tarima.
Se ahogaba en las solfas de un semitono
suspendido en la imitación de una melodía,
que resonaba en las paredes de su sollozo
cuando ausente esperaba un cálido día.

Soy la que no buscas...
cantaba con palabras olvidadas
de un lenguaje prendido sin canciones...
se colaba fugazmente con alícia
al viejo país de las maravillas y desolaciones.

No puedo explicarme a mi misma
por que yo no soy yo... su frase preferida,
junto a las travesuras que esparcía 
en una poesía que no era poesía.

Se llama niriel...
un arlequín cuadriculado olvidado en un verso,
salpicando corchetes en los silencios
que su violín meditaba en un recuerdo,
de canciones inolvidables,
metafóricamente hablando
escribiendo versos que según ella no debería escribir...


 

Pantomimas del alma.


Siluetas meditabundas y deshojadas
entre los pálidos cristales del pensamiento,
que se esconden en las paredes olvidadas
de un transparente suspiro del firmamento.

Unas cuantas demostraciones sin sentido
de un ojo volador maquillado
con las hordas de los segundos en escrutinio 
cual verdadera intención no a revelado.

Entre violines, aplausos,
y con una limosna en el bolsillo
danza intrépidamente buscando 
nuevo público para sus designios.

Blanca la mirada posada en la tertulia
que provoca la aburrida demostración reconocida:
del típico cuarto sin salida
con la pequeña ventana para su burla.

Cuenta luego un triste cuento
de aquellos olvidados con el tiempo...
que decía un árbol a un jilguero
un secreto que le susurro el viento.

Que cruzando una montaña...
con muchos sueños rotos creada,
un hermoso elfo caminaba...
mientras una triste canción entonaba.

Un ciervo aseguraba
que aquel joven perdido estaba,
que de un arco iris se guindaba
para regresar a su mágica patria.

Una lechuza lo negaba,
decía que algo quizás buscaba,
tal vez a su amor no encontraba
y por eso allí le esperaba.

Una hoja marchita contó el tiempo
que aquel ser caminó sin saberlo,
mientras poco a poco se olvidó de su sueño
y partió buscando un nuevo cielo.

Dejó su harpa escondida en la maleza,
mientras corría rasgando su belleza...
se escondió plácidamente en la pobreza
con el corazón exprimido por su pena.

Así concluyó su relato...
mientras el público rompió en llanto,
mas nadie sabia que esa historia
era el pasado de quien hoy la pregona.


 Sació su hambre por un rato
con las monedas que ganó en su teatro...
se marchó mientras el maquillaje se quitaba
y su verdadera forma revelaba...
Tristes pantomimas del alma
(Irónicamente, entre dientes susurraba)